DOSSIER SAN JUAN

Tras los casos de Formosa y el 8M en San Juan: sin represión, ¿no hay Estado?

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Por Dossier San Juan

Diferencia con “persuasión” y “disuasión”. ¿Se debe erradicar la represión? o ¿la represión es necesaria para mantener la «calma» de las instituciones estatales?

Primero, se debe definir el término “represión”. Para la RAE, “reprimir” es el acto, o conjunto de actos, ordinariamente desde el poder, para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales. Yendo al llano, es el uso del poder de policía para contrarrestar con violencia el derecho a protestar de la ciudadanía.

En la última semana, el país –y San Juan- vivió dos manifestaciones icónicas. Una fue la que ocurrió en Formosa, luego de que se especulara con la vuelta a Fase 1 por el aumento de casos de coronavirus en esa provincia. La otra, el 8 de marzo en San Juan, por el Día Internacional de la Mujer. Miles de mujeres salieron a la calle para demostrar la unidad en contra del machismo y de un fenómeno que, lamentablemente, aumenta: el femicidio.

En ambos eventos, hubo una importante presencia policial –un límite constitucional a los derechos de los ciudadanos- para mantener el orden público, el cuidado de las instituciones, la seguridad, el bienestar general, etc.

En San Juan, se vivió una jornada pacífica que, la gran mayoría de los medios locales –por no decir todos-, intentaron opacarla con los “actos vandálicos” que llevaron a cabo a las instituciones prestablecidas como la Catedral, el CAVIG, y otras.

Pese a ello, no hubo que lamentar heridos por balazos de goma, ni muchos detenidos. Fueron algunos los aprehendidos porque intentaron ingresar por la fuerza al Centro Cívico, por ejemplo.

Es decir, la actuación policial en San Juan, dentro de todo, estuvo a la altura de las circunstancias y dejó que se llevara adelante con total normalidad la marcha. Claramente, hubo una gran cooperación de quienes marchaban.

Los “actos vandálicos” debieron quedar en un segundo plano porque en realidad no fueron vandálicos. Solamente, fueron unas manchas de pintura en las instituciones que, para las mujeres, no funcionan –o funcionaron a lo largo de la historia- en igualdad de género.

En Formosa, ocurrió algo distinto. Sí hubo un uso de la fuerza pública un tanto desmedido ya que se realizaron detenciones arbitrarias –incluso a colegas formoseños- y disparos con balas de goma que podrían haber ocasionado un verdadero caos.

Ahora, la pregunta que aquí importa es: sin represión, ¿no hay Estado?

Sí se puede pensar en un Estado sin represión o, al menos, sin exceso en el uso de la fuerza pública. Tal cual se describió en párrafos anteriores, San Juan fue el ejemplo más claro de ello. Los efectivos se agruparon en las distintas instituciones, cuidaron que no se rompiera nada y dejaron marchar a las mujeres y hombres que las acompañaban.

Sin embargo, no ocurrió lo mismo en Formosa. Con tal de terminar con la manifestación, hubo una importante represión, utilizando una fuerza desmedida, teniendo en cuenta que la única herramienta que tenían las personas era la corporal.

¿Era necesaria la represión? Y la verdad que no. La represión es utilizada luego de que la persuasión y la disuasión quedaron rebasadas.  La primera es el diálogo entre las autoridades gubernamentales y los manifestantes para llegar a un acuerdo y terminar con la protesta.

De no haber acuerdo, se pasa a una segunda instancia: la disuasión. En este escalón, ya sí se utiliza la fuerza pública pero sólo con la intención de evitar a la contraparte continuar con sus acciones. Ejemplo: sacar a los camiones hidrantes y arrojar agua a los manifestantes.

Una vez que ambos mecanismos pacíficos son rebasados, el gobierno recurre a la violencia extrema: la represión. Acá, la Policía ya usa los palos y hasta las balas de goma para terminar con la violencia en la calle.

Volviendo al ejemplo formoseño, la represión se utilizó como primera medida. Balas de goma, “palazos” y hasta detenciones arbitrarias, cual estado de sitio. Fácilmente podría haberse contrarrestado con la disuasión –por ejemplo- y más sabiendo que se trataba de una marcha de pocos manifestantes (no más de mil).

Tampoco se puede reprimir cuando por lo que se protesta es por hambre, trabajo o la ampliación de un derecho. Mucho menos, cuando no hay peligro de destrucción de algunas de las instituciones.

Y si estuviera en peligro alguna institución, ¿hay que reprimir? Y tampoco. Con el segundo estadio –la disuasión- ya es suficiente. La represión es un acto desigual, teniendo en cuenta que el manifestante no sale armado a la calle.

Es hora de repensar las formas de contrarrestar a la sociedad cuando manifiesta. Por reprimir, en Argentina, ya hubo muertos, personas que perdieron ojos, entre otras ingratas consecuencias. En San Juan quedó demostrado que las marchas se pueden llevar a cabo sin necesidad de un uso salvaje de la fuerza pública. Además, el derecho a protestar es un derecho CONSTITUCIONAL.

Por último, la represión también debería erradicarse porque se utilizó en las épocas más nefastas de la Argentina: en las dictaduras militares. Y en tiempos de democracia, recordar la dictadura por este uso de la fuerza pública no hace bien a nadie. Ni siquiera a los gobiernos porque pierden legitimidad social.