Por Diego Luzzi
El próximo martes 3 de noviembre se celebrarán las elecciones en Estados Unidos. El magnate Donald Trump busca su reelección en un clima adverso y el exvicepresidente de Obama, Joe Biden, quiere devolver a los demócratas a la Casa Blanca.
Los ciudadanos, que ya se volcaron al voto anticipado producto de la pandemia, están marcando una tendencia; pero el particular sistema electoral estadounidense mantiene en vilo a todos los analistas. Nuestra región mira con expectativas, ya que la política que maneje el futuro presidente puede impactarnos directamente.
En las elecciones de este año, están en juego los cargos de quienes ocuparán la Casa Blanca, la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Pero los ciudadanos estadounidenses no pueden votar por su presidente. Eligen, en cambio, a los representantes de su estado que conformarán el Colegio Electoral y son estos quienes votan al futuro presidente. Aunque recuerde al sistema imperante en nuestro país antes de la reforma de 1994, tiene otras dinámicas.
En el país del norte, cada estado cuenta con una cantidad de representantes al colegio electoral, los electores, determinada por la cantidad de senadores y representantes al Congreso que posee. Guarda así una cierta proporción entre la cantidad de electores que corresponden a cada Estado y su población. California cuenta con 55 electores, mientras que Alaska tiene tan solo 3.
A su vez, en la mayoría de los Estados el partido ganador se llevará todos los votos para el colegio electoral de ese Estado. Si un partido gana California por un voto o por un millón, se llevará igual sus 55 electores, mientras que su contrincante no obtendrá ninguno. Para entrar al despacho oval, los candidatos a presidente y vicepresidente deberán conseguir más de la mitad de los electores, un mínimo de 270.
Este sistema de voto indirecto más “el ganador se lleva todo” logra que el candidato más votado no necesariamente se convierta en presidente. Esto fue precisamente lo que ocurrió en 2016, cuando Donald Trump obtuvo 3 millones de votos menos que Hillary Clinton. Pero también genera que algunos estados sean más importantes que otros. La progresista California siempre ha favorecido a los demócratas, mientras que Texas se inclina por los republicanos. No tiene sentido pretender cambiarlo. Pero sí vale la pena intentar ganar aquellos “estados pendulares” que cambian de color político elección a elección. Y es aquí donde se concentran los equipos de campaña. Hoy, todos los ojos están puestos en Florida, Pennsylvania y Michigan.
El panorama actual da como ganador al demócrata Joe Biden. Así lo dicen las encuestas. El público parece haber castigado el mal manejo de la pandemia por Covid-19, que se llevó puesto también el caballito de batalla de Trump frente a sus detractores, la creación de empleo para los americanos. Se suman a esto las olas de protestas por conflictos raciales luego de la muerte de George Floyd. Pero no por esto deberíamos dar por terminada la carrera. Muchos demócratas todavía tienen pesadillas recordando la sorpresa que se llevaron la noche que Trump se coronó ganador.
¿Cómo afecta el resultado de las elecciones a nuestra región?
Ambos candidatos coinciden en que la principal preocupación es la disputa con China por la hegemonía mundial y el control de sus esferas de influencia. Y es por esto por lo que Latinoamérica puede tornarse más relevante. Trump implementó una diplomacia más agresiva con todos los países. Su retiro de los organismos internacionales y la imposición de un candidato norteamericano para la vicepresidencia del BID dan cuenta de ello. Y cada espacio que era abandonado por Estados Unidos pasaba a ser ocupado por China, algo de lo que recién ahora parecen haber tomado nota. Los fondos chinos son muy tentadores para países en vías de desarrollo.
Las políticas proteccionistas de Donald Trump afectaron el comercio de producciones agrícolas en el mundo, viendo peligrar el acuerdo entre el Mercosur y la UE. Trump prefirió cuidar la producción agrícola de su país y los vinos del Napa californiano antes que fomentar el comercio de nuestras regiones, algo que, de continuar, puede afectar fuertemente a nuestras economías regionales. También hay que ver el avance de las inversiones chinas, que ya ocupan un lugar central en el panorama minero local. Otro tema de preocupación para la influencia norteamericana.
Biden parece ofrecer otra cara, una vuelta al obamismo global. El exvicepresidente, miembro del establishment político y creyente en el liberalismo y las instituciones multilaterales, puede dar algo de esperanza para el gobierno argentino, aunque con cautela. Desde Cancillería aconsejan a Alberto Fernández no cometer los errores de Macri, apostando públicamente por Clinton y luego teniendo dificultades ante la victoria de Trump. Particularmente ahora, que los problemas de deuda todavía están por resolverse. La influencia que ocupa Washington en este punto es crucial, tanto es así que Laurence Flink, el director del fondo que más dolores de cabeza le causó a Martín Guzmán, se perfila como futuro secretario del Tesoro de Biden.
En medio de la lucha por la influencia global entre Washington y Pekín, nuestro país puede posicionarse estratégicamente entre dos puntos. Pero teniendo en cuenta que la región no es la principal preocupación de la política exterior estadounidense. Si podemos esperar que una nueva administración ofrezca un mejor escenario para recalibrar la política unilateral de los últimos años. En este sentido, Biden puede ofrecer más zanahorias que palos.
En un mundo en total incertidumbre, debe imperar la prudencia.