Por Bernardo Sánchez Bataller
La inesperada llegada del COVID-19 obligó a los docentes de todo el mundo a pensar en la adaptación de sus materias al formato virtual. Los cambios ocasionados de la noche a la mañana ya están provocando puntos de análisis para identificar aspectos positivos y otros a mejorar.
Todos los que formamos parte de un claustro docente, tanto a nivel secundario como universitario, iniciamos el ciclo lectivo 2020 con una angustia enorme. La imposibilidad de compartir conocimientos en el aula abría un panorama de gran incertidumbre. Si bien muchos consideran que el manejo de herramientas tecnológicas es algo inherente a quienes nacimos de la década de 1990 en adelante, la novedad era aplicar estas competencias en el desarrollo pedagógico. Estábamos acostumbrados a utilizar estas aplicaciones y plataformas digitales con otros fines y el cambio en la modalidad de cursado exigió que pensáramos en cómo llevar los contenidos a cada pantalla.
Como primer punto positivo destaco la dedicación de aquellos profesores que, sin tener mucho manejo de un campus virtual, pasaron horas frente a la computadora para aprender a hacerlo. Por otro lado, también es valorable el esfuerzo que hicieron aquellos que lograron el equilibrio perfecto entre cumplir con las tareas del hogar y elaborar material de calidad para sus estudiantes. La pandemia exigió a los docentes ocupar un rol de psicólogos, que en ocasiones lo desarrollan en la presencialidad, pero que en este caso debía hacer frente al estrés y la angustia que pasaban los chicos luego de tantos días de encierro.
Las frecuentes dificultades en la conexión a internet y las barreras que esto implicó para las zonas en las que no hay señal dejan en evidencia cuál debería ser una de las próximas tareas del gobierno: garantizar la conectividad en todos los puntos de la provincia. Para que la educación siga siendo un derecho al que todos podemos acceder, se deben generar políticas que vayan en esa línea.
No soy partidario del pesimismo ni los puntos negativos de un proceso. Considero oportuno reflexionar e identificar aspectos a mejorar. Creo que, luego de seis meses de pandemia, estamos en condiciones de repensar este nuevo sistema educativo. La post pandemia traerá cambios en todos los ámbitos de nuestras vidas. Escuelas y universidades no quedarán apartadas de estas modificaciones. La alternativa de un esquema de enseñanza híbrido, que combine encuentros presenciales con actividades virtuales y asincrónicas me parece el modo adecuado de encarar lo que se viene. Para ello, los docentes debemos entender que cada estudiante tiene su proceso de aprendizaje y que los contenidos que compartíamos en el aula no pueden calcarse en un espacio digital.
Queda mucho por seguir creciendo y, sin dudas, tenemos la oportunidad de mejorar junto a los alumnos. El compromiso y la predisposición al cambio serán dos factores determinantes para que estas nuevas medidas tengan éxito.
